En la habitación del jacuzzi y las cortinas rojas, no me resultó realmente difícil que alcanzara pronto el clímax. Sin embargo, había pagado dos horas y, además, era de aquel tipo de cliente del servicio, digamos, complaciente. Conque sugirió que ahora había de ser yo quien lo alcanzara. Y acepté la sugerencia.
La sensación reduce la sensibilidad
